viernes, 30 de agosto de 2019

Yo, Sifón - Capítulo 11


Yo, Sifón, aún me acuerdo, vaya si me acuerdo de cuando estuve en un primero en la plaza del Jonquet desde el que veía la discoteca Cerebro y la entrada del callejón vecino sin salida y que terminaba sobre el Marítimo. Me enteré que en este callejón había emblemáticos locales como Jack el Negro, Abraxas, Babel's, el Desván... Como era habitual en la época funcionaban a diario y su parroquia acudía religiosamente de madrugada al horno que estaba cerca de donde yo me encontraba. Muy entretenidas me resultaban algunas de las conversaciones que ahí en la calle se desarrollaban mientras comían ensaimadas. Reseñaré la que sigue ya que me pareció especialmente interesante:
"Me cuenta un converso a una iglesia, de la que no recuerdo el nombre, que dicha iglesia hace hincapié en que se bebe y se come, impone que la gula sea evitada a toda costa. Le comento que es de sentido común evitar la glotonería, pero que para saber esto no es necesario darse de alta en ningún culto. Pero por lo visto, según me dice, lo importante es evitar las comidas que te gustan demasiado, es decir, prohibirse el placer.
El converso tenía antes por costumbre desayunar de una coca de albaricoque y un café con leche, que resultaban ser sus mayores placeres del día ¿...?, ahora sustituidos por un moderado pan con tomate y un vaso de leche. La sustitución busca la mortificación, la supresión de un placer tratado como pecaminoso y que en el fondo resulta en el hallazgo de un placer masoquista sin rostro, y sobre todo combatir, en su caso, el aburrimiento. Los caminos del placer son insondables.
Otra de las motivaciones de su conversión creo es que ha encontrado una peña a la que adherirse y encontrar un sentido de compañerismo y de pertenencia a un grupo.
Cada uno se la pica como quiere y si se busca ser aborregado parece más interesante la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, nombre ideal para un local BDSM, que además de la comedura de coco, según la prensa, practica "sexo purificador".
Conversador 2: Como forma de control se crean limitaciones innecesarias. Los límites son imprescindibles para evitar el caos, aunque la mayoría con que nos encontramos o que se nos quieren imponer no los necesitamos para nada, son imposturas que persiguen fines interesados.
Conversador 3: Hablando de límites quiero señalar que cuando conocemos a alguien nos fijamos en su carácter y en su comportamiento, pero creo que mucho más importante es saber hasta donde le permiten llegar sus limitaciones mentales, que muy bien puede que no coincidan para nada con los intereses de uno. Fundamental es conocer en este sentido su curriculum, especialmente los muros que ha saltado contra su voluntad, contra lo que piensa que no debería hacer, ya que esto es fuente de desvaríos.
Conversador 4: Muy bien observado. Cada vez que uno salta un muro, en cierto grado este se derrumba y él que lo ha saltado nunca volverá a ser el mismo y tenderá a volver a saltarlo ya quen el hecho provoca una impronta permanente.
Conversador 5: A esto añadiría que si este salto lo ha dado en contra de su volición, por las circunstancias que sea, y aunque se proponga no volverlo a hacerlo es fácil que si lo haga, a no ser que ser que la experiencia haya resultado muy desastrosa.
Conversador 6: Me gustaría compartir con vosotros un poema que va con el tema y que yo llamaría "Los infortunios de la soberbia" y que diría que fue creado por Dana, Tormenta de las alturas. Ahí va:
Loa a Término, dios defensor y protector de los límites

Marcando lindes orden pones en nuestras vidas y en la civilización
Roma nombre te dió y también a tu servicio su fuerza puso
Tu imagen sus fronteras marcaba
Y así todo quien dentro de tus límites se encontraba
Por las legiones amparado estaba
Los lindes caídos o sobrepasados al mismo lugar no volverán
Y consecuencias indeseadas, arrepentimiento, culpabilidad, desastre o desvarío
Encontrará quien los osó violar
Ya estos límites naturales, personales o sociales sean
Responsables de ello son Soberbia y sus Furias que a Impía componen
Imposición - Manipulación - Prepotencia - Impertinencia - Arrogancia
Y quien impune de la violación de los lindes sale
Su ilusa victoria al reino de las Furias lo arrastrará
En donde con fatuas lisonjas lo ensoberbecerán y encegarán
Para creer hacerle que en dios invulnerable se ha convertido
Y así a mayor mal y ruina hacerlo precipitar
Haciendo Término valer su poder Maestro de la Fuerza resulta ser
Y al intachable ama
Y sólo a él permitirá cruzar, malear, modificar e incluso nuevos limítes fijar
El marco hace el cuadro, dice un refrán, y me parece que la noche y sus efluvios eran el marco necesario para tales conversaciones y que con su fin estas también murieron. Sus protagonistas eran personas que sabían salir casi a diario, que se imponían rígidas limitaciones y que cuando eventualmente se las saltaban lo hacían aceptando como enriquecedoras sus acciones y que por tanto estaban libres de las terribles consecuencias del arrepentimiento; todo lo contrario de quienes se dejan arrastrar por la desmesura y no están dispuestos a pagar su factura, si lo estuviesen soldados que no víctimas de ella serían.
Quizás no sea casualidad que el decaimiento de la noche fue acompañada también del mío, el sifón, y puede que mi retorno marque también el resurgir de la noche y que con ella vuelva a brillar la élite de la noctambulidad.

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