viernes, 15 de noviembre de 2019

Yo, Sifón - Capítulo 22: Pellini Caffè Gift Box - 40 Cápsulas Compatibles &...



Yo, Sifón, aún me acuerdo, vaya si me acuerdo de cuando estuve en el Pub Marfil, en Vía Portugal; era unos de los locales nocturnos que proliferaron por la zona, con elegante decoración y puesta en escena y con barmans con smoking y pajarita. La clientela era madura o en vías a la madurez y mayormente "ex-combatientes", como la definió un cliente, lo que significaba que eran divorciados, desengañados y similares "gente escopeteada" según el mismo cliente. Estas circunstancias los convertian en personas prácticas, con pocos pajaritos en la cabeza y que iban al grano, aunque también estaban los que la misma sabia persona llamaba los 23 punto 43: quienes habían dejado la soltería jóvenes y la recuperaban, no siempre por su voluntad, ya maduritos y la retomaban donde la habían dejado, lo que conllevaba que se comportasen como jovencitos, con frecuencia con fatales resultados al enfrentarse la realidad con la fantasía de las expectativas o por los embolados en que se metían por falta de experiencia. Otra fauna de estos locales la constituían unas señoritas de buen ver y que habían convertido su presencia diaria en un modo de vida, no se vendian, aunque podríamos decir que sus copas y su subsistencia era sufragada por "sponsors". También estaban los hombres casados que buscaban encontrar aventuras, ampliar horizontes y experiencias, y que no disponian del tiempo que hubiesen deseado. Estos pubs eran templos de la infidelidad y verdaderas fábricas de amantes. Y por ultimo mentar a quienes eran llamados "cotorras" "loros" y "espantapájaros", nombres que hacían referencia a las puestas en escena, indumentarias, complementos, maquillajes, coloretes, perfumes, peinados, pelucas, bisoñes, tintes y demás armas pretendidamente útiles para perpetuar el atractivo y consecuentemente anheladas conquistas. El ala más madura de este colectivo tenía su olimpo en la discoteca Bésame Mucho, en Joan Miró, a la que los taxistas llamaban afectuosamente "el desguace". Cada uno tiene el derecho a su imagen y también a creérsela como quiera, aunque puede que ocurra que quien educadamente piropea delante manifieste sorna detrás.

Los garrotazos inmisericordes de la vida, que especialmente se ceban en quienes no han sabido o no han querido empeñar su entendimiento en evitarlos o comprenderlos, producen muy distintos efectos: a unos los hunden, a otros los trastornan, a otros los enseñan y con frecuencia se dan curiosas combinaciones de efectos. Destacaré peculiares enseñanzas y conclusiones que oí narrar durante mi estancia en el pub.

Una despampanante dama dijo "ya no quiero ni ser propiedad de nadie, ni que nadie me pertenezca; sólo quiero relaciones sinceras a horas convenidas".

Un cuarentón con barba explicó que buscaba tener, necesitaba tener, una ardiente relación romántica y que no le importaba si se limitaba a cogerse las manitas, pero que debido a sus obligaciones se debía limitar a la velada de los martes, aunque eso sí, ese día debía ser sin faltar y con total fidelidad.

Una voz a la que no pude poner cara hizo esta sofisticada elucubración: el universo es todo lo mismo y también tiene un mecanismo único básico, de ahí deviene todo lo demás y por tanto cualquier mecanismo que descifres, de alguna manera se aplica también a cualquier otra cosa. El triángulo es la base de la geometría y por tanto nos muestra el poder del tres; una mesa no se sostiene con dos patas, lo cual muestra la debilidad del dos; con cuatro o más patas sí se sostiene, pero también con tres, lo cual muestra la superioridad del tres, ya que siendo menos logra lo mismo; de esto se puede deducir que las mejores, eficientes y estables uniones y las que también mejor reparten el peso, las conforman tres personas, y que por tanto el trimonio, en cualquier formulación, resulta más viable que la pareja. El agua, molécula estable y fundamental, consta de tres átomos.

Coent, cliente de diario, ofreció a toda la barra esta peculiar técnica de ligue: haciendo uso de la estadística uno puede follar lo que quiera. Esto lo aprendí de uno que vive en Londres y que ha superado su poco atractivo con la fuerza de los números. Se dedica a repartir en toda ocasión tarjetas con su teléfono, la entrega de la tarjeta la acompaña de un pequeño discurso, de máximo tres minutos, ofreciendo algo, dar clases..., tiene varios discursos a mano, y en ninguno hay una referencia explícita al sexo aunque algo deja entrever. Reparte unas cincuenta tarjetas al día. La cuenta es fácil: tantas tarjetas producen X llamadas y tantas llamadas X resultados. No falla.

Perfecta técnica, tercia María la Mallorquina, pero para este viaje no hacen falta alforjas, lo más práctico para quien vaya salido o caliente como una coneja es bajar el listón. Esto de las llamadas no se lo deseo ni a mis enemigos, lo receptores de las tarjetas que acabarán llamando serán lo peor. Un amigo que es ligero en dar su teléfono cambia de número cada dos por tres para quitarse plomos, trastornados y locas de encima. Yo doy mi teléfono con cuentagotas y así conservo el número de siempre. Si uno descubre el sexo que hay más allá de lo bucal y genital, como realmente es, amplía las posibilidades del placer, puede encontrarlo casi continuamente. Se trata de saborear al momento lo que se presenta en lugar de situar el placer en la consecución de un logro. A este sexo extendido lo llamo microsexo, se basa en que poco no es menos que mucho; no se disfruta menos comiendo una fresa que comiendo diez; una mirada, una insinuación o un roce pueden excitar superlativamente el deseo, al igual que la realización del sexo genital lo puede extinguir. El microsexo se puede practicar en cualquier lugar y consiste en explotar todas las posibilidades de interacciones sin contacto que excitan el deseo, el propio y quizás también el ajeno. Asimismo, aprovechando las circunstancias, se puede pasar al contacto físico y, sin cruzar la línea de lo explícito, llegar hasta donde el otro considera que dicho contacto no es sexo. Esta consideración puede ser ampliada con el uso de nombres adecuados: masajes, masajes con tarjeta, relax, tantra, técnica X, golpes en los paralelos, transportación cósmica, masaje prostático..., nada que sugiera sexo.

Otro contertulio, Hortho Prolijo, interviene "abundan quienes se pasan la vida sufriendo su presente mientras condicionan su gozo a la consecución de logros, se garantizan así también frustraciones futuras cada vez que sus expectativas no se cumplan o bien si lo hacen no resulten concordar con sus ilusiones; quienes siempre exprimen placer y saben también enfrentarse al presente tienen al mismo tiempo un futuro garantizado, ni sufrirán por lo inevitable ni por eventuales desventuras ni por desengaños".

"Leí que muchas personas tienen fantasías fuertes, con las que se recrean aunque nunca se plantean llevarlas a la práctica, quizás ni siquiera las llevan al terreno de la paja, que aunque sea este un territorio en que uno puede fantasear impunemente no deja de estar sometido a las propias limitaciones mentales. Es obvio, Mallorquina, que será fácil que se deje hacer alguien a quien le excites estas fantasías, e incluso más si se las descubres, caso de que las tenga sólo de manera subconsciente. En el mismo artículo leí que se fantasea mucho con conocidos y vecinos. Sí, el vecino de quinto es con extraordinaria frecuencia ese oscuro objeto del deseo".


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