viernes, 20 de septiembre de 2019

Yo, Sifón - Capítulo 14


Yo, Sifón, aún me acuerdo, vaya si me acuerdo de cuando estuve en el Restaurante Gurechoco, que estaba en la calle Cotoner a pocos metros de la calle Sant Magí. Era uno de los restaurantes, habituales en la época, que funcionaban de madrugada ya que había la costumbre de ir a comer algo como fin de fiesta.
El local lo regentaba Tulie, persona de mediana edad, alta y grande y de no mal ver y con apariencia señorial. Años después, estando yo en el bar La Cava en Apuntadores, supe que en aquellos momentos el destino le estaba preparando a Tulie la jugarreta de alcanzar, unos años después, la categoría de Love Victim de 2ª Clase de por vida (la 1ª Clase es el desastre). Su enamoramiento no fue para nada correspondido, algo corriente, aunque el hecho no suele desanimar al alelado sino más bien lo suele exacerbar. El objeto del deseo lo trataba como "amistad" y abusaba de su imprevista y ventajosa situación. Tulie se convirtió en una especie de servidumbre disponible las 24 horas y que encima gastaba por ejercer tan dudosamente envidiable papel. Nada nuevo bajo el sol.
Sus caracteres excluían la agresividad y la violencia y por tanto nunca sus discusiones se salieron de madre, lo cual no evitó que el objeto del deseo acabase por hartarse de tan agobiante presencia y aprovechó que se le presentase interesante deseante con mayor moderación. El despecho de Tulie se manifestó en evitación y por circunstancias en "arresto domiciliario" los fines de semana. Todo hacía para evitar turbadores encuentros aunque su pasión lo acompañó hasta que se le llamó a transitar los caminos de la gloria.
Que el enamorado se convierta en espía está lejos de ser una rareza, y en tal se convirtió Tulie que pasó a dedicar las madrugadas a esconderse detrás de árboles esperando observar quien sabe que, ya que nada iba a descubrir que no supiese aparte de ver caras nuevas.
El primer caso de estas características del que tuve conocimiento fue estando en el carrer de la Puresa en un piso en el que vivía una pareja; resultó que el ex de uno de ellos se mudó a vivir enfrente y por lo visto se pasaba largas horas vigilando escondido detrás de las persianas.
Un espía intriga para descubrir secretos ocultos, pero el espía amoroso puede indefinidamente espiar para ver y volver a ver lo que ya sabe. Quizás lo que persiga sea el poder seguir mortificándose relamiéndose las heridas. Los caminos de la conscupiscencia son infinitos.
Que los demás coincidan o se conviertan a nuestras "verdades", no su respeto a ellas, es la pretensión, pretensión que fácilmente se convierte en imposición; esto siempre resulta excesivo e inaceptable, pero pasa de castaño oscuro que a quien se le va la olla espere contagiar al objeto de su turbación.
Pasiones y sentimientos exacerbados, creencias, compulsiones, cuelgues... convierten en siervos a sus víctimas, cuyas vidas y actos pasan a ser manejados, cual marionetas, por sus ficciones.
El enamoramiento suele nacer con fecha de caducidad y su más deseable versión consiste en devenir en afecto; indeseable resulta que devenga en obsesión, celos o posesividad, en el supuesto de que no lo acompañen desde su origen. Puede que en casos el enamoramiento no sea sino la vía imprescindible para producirse estas pulsiones o poder tener a quien controlar, manipular o martirizar. Como hemos visto, a Tulie, su enamoramiento nunca para nada correspondido, jamás le abandonó; lo que en este sentido lo convirtió en Love Victim de 1ª Clase.
Maravillosamente el viaje empezó
progresivamente el mar se encrespó
y el temporal las tres horas de trayecto dobló
el puerto de destino cerró
y con un mar aún peor más tiempo el regresar llevó
para terminar en el puerto que dejar no se debió.

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