viernes, 13 de septiembre de 2019

Yo, Sifón - Capítulo 13


Yo, Sifón, aún me acuerdo, vaya si me acuerdo de cuando estuve a principios de los 80 en el carrer Sant Magí en el restaurante Los Gauchos -hoy Sa Llimona-. Fue el primer restaurante de cierto postín, y tendrían que pasar décadas para que tanto la calle como Santa Catalina se pusieran de moda como centro de restauración.
El local lo montaron dos extranjeros (a los locales no se les hubiese pasado por la cabeza tal ubicación), uno de origen hispano y el otro europeo. Del primero me enteré que destacaba por su extrema exquisitez que hasta escandalizaba a las más finas. La clientela mayormente la conformaba la colonia de ingleses residentes, que se recomendaban mutuamente el local con la mayor alabanza "very good value for the money", también acudian con regularidad amigos íntimos de la casa, gracias a ellos me puede enterar de suculentos detalles en el transcurso de sus conversaciones con el camarero, Cataelano. Desde mi posición dominaba todo y así presencié estos destacables hechos.
Una comensal se dirigió muy discretamente a su vecina para decirle "no me puedo aguantar más, necesito hacer un número dos y me he olvidado el spray disimulador, por favor, acompáñame y finge hacer cola para que nadie entre detrás de mi". Dos fueron los ángeles que se encargaron de la meritoria labor de impedir el desdoro de su amiga evitando que una desprevenida nariz resultase mancillada; en el entretanto una dijo "nunca había oído lo del número dos, que elegancia, que manera tan fina de referirse a hacer eso, tiene los modos de una auténtica condesa". Estas damas desconocían que la elegancia suele estar más en que se evita que en que se hace.
Un hombre llegó al restaurante e indicó a Cataelano que esperaba a otros asistentes. Al poco llegaron dos de las personas esperadas, una dijo "nunca hubiésemos venido a esta calle, y encima hoy que hay aviso de medicane, estamos aquí por ti", "gracias por venir, sentaos, pronto llegará quien falta y pedimos la cena" fue la respuesta. Inquirieron los llegados sobre quien era el esperado. "No lo conocéis, nadie en especial, una persona de a pie" fue la réplica. "Esto es demasiado ¿cómo puedes esperar que compartamos mesa con alguien de a pie" y abandonaron el restaurante con aspecto despavorido.
Un cliente que que acudió y que supe que frecuentaba el restaurante era Mr. Steven. Muy bienvenido era, ya que, además de dejar espléndidas propinas, siempre acudía acompañado de invitados, también bienvenidos, aunque entremezclado con ellos aparecía algún que otro sujeto no tan idóneo para el local. Estos grupos provocaban el silencio del resto de comensales ya que atraían su atención con sus peculiares conversaciones, cuyo plato fuerte lo protagonizaba Mr. Steven con su español macarrónico y que acompañaba de gestos; "yo deseo usted aquí", le decía en esta ocasión a un conterturlio de aspecto algo zafio, mientras con el indice señalaba su boca y continuó "¿posible usted aquí? señalando en este caso sus partes nobles.
Tulie y d'Person llegaron al restaurante cuando alguien de un bar de la calle se estaba despidiendo de Cataelano y a tiempo estuvieron de oír "lo estoy logrando, me cuesta una barbaridad seguir la dieta, pero cuando adelgaze, que los hombres hagan cola". Ya solos, d'Person apostilló "que fantasía ¡qué los hombres hagan cola". "Bueno, lo de la cola es una exageración, y en su caso necesitaría bastante más que adelgazar. Bien verdad es que quien gusta, gusta a muchos y quien no gusta, no gusta a casi nadie" replicó Tulie y continuó "vemos normal que uno/a que está muy bueno vaya detrás de alguien de parecidas características, si estuviera por alguien especialmente desfavorecido pensaríamos que no está bien de la cabeza o que va por interés; el cine nos muestra que el amor surge entre personas atractivas, que se están buenas, de lo contrario la película es cómica o rara". "Me encanta este restaurante, aunque no hacéis bastante por promocionarlo, no es un referente en la gastronomía de Mallorca. Sé que me digo, he tenido buenos restaurantes y los tenía abarrotados" tercia d'Person y marcha hacia el lavabo, Tulie aprovecha su ausencia para decirle a Cataelano "d'Person es un fantasma, siempre cuenta que ha trabajado en altos cargos en importantes empresas y ahora resulta que también ha tenido exitosos restaurantes, ay, ay". d'Person regresa y le dice a Cataelano "me voy, pasaré luego y si te apetece vamos al Desván y a Babel's y luego al Gurechoco a ver a Tulie y a picar algo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario